miércoles, 16 de diciembre de 2015

La abstención elevada en una democracia no es, necesariamente, un signo de debilidad civil

En cierta ocasión, mientras lo entrevistaba, el profesor Pedro Schwartz me dijo que uno de los signos más fiables de una sociedad abierta y ordenada es el decoro de la política, su confinamiento dentro de unos límites que respetan el hecho de que la vida de la gente está hecha de muchos otros intereses distintos de la política. Contra todo lo que se nos dice, la abstención elevada en una democracia no es, necesariamente, un signo de debilidad civil. 

En Estados Unidos, la participación en unas elecciones Presidenciales apenas supera el 50%, y eso es así, porque la gente sabe que la política tiene una influencia limitada en sus vidas, y la Constitución impone unos límites que los políticos no pueden traspasar. En las democracias fallidas, por el contrario, la política tiende a ocuparlo todo: desde la alcoba a las aulas; desde el seno materno, a la enfermedad y la muerte; desde el cuerpo, hasta el alma. 
Puede que la audiencia del debate del lunes no fuera la que los jefes del espectáculo esperaban, sencillamente, porque hay españoles –quizá no muchos, pero sí en número suficiente como para amargar la unanimidad televisiva–, que no se resignan a que la política ocupe su vida entera.–
 V. Gago

[Con información de Público, La Sexta Noticias, Economía Digital, El Mundo, Actuall]

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